miércoles, 18 de junio de 2014

Sierra de Baza VIII: Calar Santa Bárbara y Picón de Gor (Granada)

El sendero de acercamiento a la vera del arroyo Baul.

El recorrido del arroyo se detecta por la arboleda de ribera.

Por las cercanías el "Proyecto Baza" ha estado trabajando últimamente.

Pino de la Señora.

En la ladera sur del Calar Santa Bárbara abundaron las explotaciones mineras.

Cima del Calar de Santa Bárbara, techo del Parque y de la Sierra.

Jugando al escondite.

Gané yo.

Depresión de Baza con el cerro Jabalcón destacado.

Prados del Rey y Sierra Nevada desde el Santa Bárbara.

Una de las numerosas catas que se horadaron en busca de mineral.

Alguna de las catas, tan profundas, que son capaces de retener nieve aun.

Otra de las construcciones asentadas en el Calar.

Casa refugio junto al Pozo de la Nieve.

Calar de Santa Bárbara desde la entrada del refugio.

Desde el Refugio vista hacia la depresión con  la cúpula del Pozo de nieve en primer plano.

Fuente a medio recorrido entre el Calar y el Picón de Gor, por debajo de la pista.

Barranco de la Fonfría.

Desde el Picón de Gor.

Picón de Gor enmarcado por la bocana de la cueva del Zanahorial. 

Fuente "Cañillo de la Fábrica".

Arroyo Baul.


Fecha:7-4-2014                                                                             Arroyo Baul                                        7’30h.
M.I.D.E.:2,2,3,4.                                                                             Pino de la Señora                               9’30h.
Duración: 8h  Lineal                                                                    Santa Bárbara                           11’15 – 11’45h.                         
Desnivel en subida: 1.167 metros                                             Picón de Gor                                   14’00h.
Rangos de temperatura: de 13ºC a los 30ºC                            Arroyo Baul                                        16’30h.


Antes de que siga arreciando el calor quiero hacer la ascensión a la cumbre más alta de la Sierra de Baza, me estoy refiriendo al cerro de Santa Bárbara que con sus 2.271 m. ostenta el techo de esta sierra. También se les denomina a estos cerros “calares” por ser calizos en sus estratos superiores. Éste concrétamente pertenece en su totalidad al término municipal de Baza y su característico color gris blanquecino, por estar casi libre de vegetación se ve salpicado por las diferentes bocaminas y escombreras que la explotación continuada minera, durante décadas, ha ido sembrando en toda su loma.

Minería de origen romano en búsqueda de los tesoros escondidos en su interior, fundamentalmente del plomo. Una explotación que se incrementó en la segunda mitad del siglo XIX y primera del XX, para pasar en las décadas de los 60 y 70 a la extracción de fluorita aprovechando los desechos (gangas) de anteriores extracciones. Todo ello no fue ajeno al despoblamiento arbóreo de la zona para surtir de materiales a la actividad minera, además del fuerte impacto ambiental que todas estas explotaciones, hoy en desuso, han provocado en el paisaje con numerosos y amplios agujeros en el terreno y múltiples acumulaciones de escombreras mineras.

Básicamente éste es el paisaje por el que me voy a mover hoy, al menos en su parte segunda, una vez alcanzada la pista a los pies de Santa Bárbara. Más abajo domina el pino de repoblación con algunos retazos de bosque de ribera en los barrancos, aprovechando la acumulación de más humedad y salpicado con algunos prados (prados de alta montaña) como es el caso del paraje denominado Prados del Rey.

Hay varias opciones para afrontar la subida al Calar. Una parte del Cortijo Narvaez, para  tras alcanzar el área recreativa Canaleja Alta, proseguir hasta el Mirador del Toro y Prados del Rey. Otra, por la que me he decidido hoy, arranca junto a la Venta Vicario (A-92N, km. 22’300), para remontando por el arroyo Baul hacer el recorrido por el barranco de Fonfría. Muy suave el primer tramo, acompañado en todo momento por el arroyo, progresando en suave pendiente por un carril terrero que atraviesa el cauce en infinidad de ocasiones.

Una vez llegado junto a las ruinas de una antigua fundición (Solana Seguidillas o Fuentes Locas), atravieso por última vez, el arroyo para comenzar la ascensión, ésta de forma más seria, por el barranco de Fonfría. Es un recorrido sinuoso, bajo bosque de pino, con algunos repechos duros que remonta la ladera hasta alcanzar un árbol declarado monumento natural: el Pino de la Señora. Ejemplar que destaca sobre sus congéneres por edad, altura, envergadura y diámetro de tronco (más de 350 años, 17 de altura y 6 metros de diámetro).

El sendero cubierto de espículas de pino o tapizado por verde yerba en los claros no es fácil de seguir. Se señalizó en su día marcando algunos troncos con dos franjas de pintura (verde y blanca), que el tiempo se ha ido encargando de desdibujar hasta el punto de que en algunos tramos han desaparecido. Yo he perdido el “norte” (figurado y literal) poco más arriba del singular pino y no me ha quedado más remedio que acabar la ascensión remontando monte a través en busca de una pista que sabía recorría la loma transversalmente más arriba.

Poco después alcanzo una de las pistas que recorren esta sierra. Por ahora dejo de subir y la sigo dirección norte buscando la zona alta de Prados del Rey y la Casa de la Nieve, ambos a los pies del Calar de Santa Bárbara. A partir de aquí no conozco sendero ni he encontrado información de ninguno. Tengo que recurrir a mi socorrida intuición para seguir progresando por la ladera ya con la cima visible, pero no por ello cercana. La cada vez mayor escasez de vegetación, al menos, no dificulta la ascensión.

Inicio la subida aprovechando antiguos carriles de servicio para las minas, aunque por ahora no me detengo en ninguna de ellas. La inspección ocular de algunas de las explotaciones la he previsto para la bajada. Casi llegado a la cima se deja ver –en cercanía- la primera cabra. En esta Sierra de Baza, estos animales están sometidos a caza, tanto por los legales como por los furtivos, así que es fácil comprender que éstas huyan despavoridas ante la presencia humana. Las otras, las que no huyeron, sencillamente, ya no están.

Me extraña que no desaparezca conforme me voy acercando y me desconcierta que me permita acercarme hasta casi poder tocarla. Deduzco que debe estar enferma. Después compruebo que está prácticamente ciega y ramonea por la cima esperando a la parca. Intento no estresarla demasiado manteniendo el silencio y una prudente lejanía.

Durante la bajada, sabedor de que la mayoría de las explotaciones mineras se encuentran en la cara sur, decido serpentear para apreciar los agujeros y largas catas que abundan por toda la montaña. Algunas de más de 8 metros de profundidad y decenas de largo. Otras, aunque más cortas, su estrechez y profundidad han permitido que aguante la nieve en el fondo de ellas.

De nuevo junto a los Prados del Rey, extensa zona despoblada de árboles y cubierta de verdes praderas, muy visitadas por el ganado junto a un Refugio. Hace años permanecía cerrado, hoy estaba abierto o violentado y mi reconocimiento por sus dependencias no ha hecho más que confirmar mis sospechas. En todas las sierras que he andado cualquier construcción que permanece abierta acaba destrozada. Debemos llevar en el ADN no saber usar, sino arrasar.

Me dirijo hacia el suroeste en busca del Picón de Gor (2.155 m.). Primero por pista de tierra, para hacer una parada en una fuente que alimenta un par de abrevaderos (por su ubicación no me extrañaría que se llamara Fonfría, pero no lo he podido confirmar), para llegar a una curva donde el carril deja de serme de utilidad por alejarse del objetivo. Éste Picón, de aparente inocencia a simple vista, el iniciarlo a las dos de la tarde y como postre de una amplia jornada puede atragantarse.

Algo parecido me ha ocurrido hoy. Aunque no presenta dificultad su ascensión el fuerte calor y el cansancio acumulado lo han convertido en duro. Desde la cima, el no tener claro cómo bajarlo por la otra cara y ante el cansancio acumulado he preferido volver sobre mis pasos y afrontar la bajada por lugares más reconocidos. Vuelvo a la pista para desviarme monte a través, ahora en bajada, primero para visitar la Cueva del Zanahorial (antiguo refugio y aprisco para pastores y rebaños), prueba de su continuado uso son sus paredes profusamente ahumadas; seguidamente en busca del sendero que debe discurrir más bajo.

A partir de aquí, bajar, bajar y seguir bajando sorteando pinos, maleza y accidentes, hasta encontrar el sendero trescientos o cuatrocientos metros más abajo. Una vez en él, ya más cómodo, ir al encuentro del arroyo Baul, con agua en sus tramos superiores donde me he solazado un rato, a la sombra refrescante de frondosos árboles para recuperar algo, a la vez que engañaba al cuerpo haciéndole creer que habían terminado sus fatigas.

Sólo me falta llanear durante una hora por un exiguo carril que discurre entre el cauce del arroyo y una acequia que nace algo más abajo, hasta retornar junto a un puente de la antigua carretera nacional, hoy totalmente abandonada donde aparqué el coche esta mañana.   

Hoy he completado un recorrido que intenté hacer hace unos meses y que por desconocimiento del terreno y embaucado por el atractivo canto de un arroyo, dejé inconcluso y que he completado tras recorrer casi 24 kilómetros. En la montaña ocurre lo contrario que en la vida. En ésta cada vez que decides, cierras posibles alternativas; en aquella, con cada acercamiento se abren nuevas posibilidades.   

Cuando voy caminando solo por un bosque, el sol está a punto de ponerse, sobreviene una calma peculiar. No se mueve el aire, los pájaros han cesado de cantar, no se siente ni el movimiento de una hoja, me invade una sensación de quietud, de alejamiento. Mientras observo, siento la belleza del anochecer en esa extraordinaria quietud, cuando casi todo parece inmóvil, me hallo entonces en completa comunión, en armonía con todo lo que me rodea. No hay pensamiento ni palabra, no hay juicio ni valoración. No hay observador, sólo "observar".   
                                                                             

Recordatorio: en nuestras salidas al campo sólo debemos dejar nuestras pisadas, todo lo demás: impresiones, fotos y residuos (orgánicos e inorgánicos), deben regresar con nosotros.

3 comentarios:

  1. Eres la repera, Ignacio. Al final, no sólo vas a gozar con todos los rincones que te encuentres sino que vas a conseguir que algunos gocemos contigo. Me resultas un importante perro solitario como aquellos descubridores andaluces y extremeños que se lanzaron un día a descubrir el ancho mundo. Gracias, amigo. Un abrazo

    ResponderEliminar
  2. Hermosas fotos y texto.Gracias por regalarnoslos.

    ResponderEliminar
  3. Muy bonito reportaje, las vistas, preciosas.

    ResponderEliminar

Gracias por darme tu opinión